Angelica Bourgoin acaricia el caparazón de la tortuga Janus, susurrándole en voz baja mientras se escabulle en su corral y -con sus dos cabezas rozándose- se prepara para celebrar su 25º cumpleaños.
Janus, que también tiene dos corazones, dos pulmones y dos personalidades distintas, no habría sobrevivido mucho tiempo en la naturaleza, ya que no puede retraer sus cabezas en su caparazón para buscar refugio de los depredadores.
Pero en el Museo de Historia Natural de Ginebra, donde nació en 1997, Bourgoin y su equipo de cuidadores -que creen que es la tortuga bicéfala más antigua del mundo- pueden atender todas sus necesidades.
La alimentan con ensalada orgánica y le dan masajes y baños diarios con té verde y manzanilla. Para hacer ejercicio, da paseos regulares, a veces con música, y monta en un monopatín hecho a medida.
“Creo que gracias a la atención que le damos y a nuestra devoción sigue aquí”, dice Bourgoin.
Jano, una tortuga griega que lleva el nombre del dios romano bicéfalo de los comienzos y las transiciones, también tiene una fiesta especial este fin de semana.
Pero no todo es tan fácil.
Está bajo vigilancia constante por si se voltea, lo que podría ser fatal, y sobrevivió a una operación de cálculos en la vejiga en 2020. Sus cabezas necesitan un tratamiento periódico con vaselina para evitar que se irriten cuando se rozan.
Sus dos personalidades también generan diferentes estados de ánimo y gustos que, en ocasiones, pueden provocar conflictos, por ejemplo, sobre qué dirección tomar al caminar.
“La cabeza derecha es más curiosa, más despierta, tiene una personalidad mucho más fuerte. La cabeza izquierda es más pasiva y le encanta comer”, explica Bourgoin, que añade que una cabeza tiene predilección por las endivias y la otra por las zanahorias.