Cinco hijos, una madre y un padre. Una casa que ya no existe y la necesidad de empezar de nuevo, casi desde cero. Esta es la historia de Gianluca, Caterina y sus tres hijos que, pocos días antes de la Navidad, vieron su casa devorada por el fuego. Era casi la hora de la cena cuando los niños gritaron: “¡Papá, papá!”; una densa humareda se extendía por el piso: “Ya había llamas así de altas”, recuerda Gianluca. Su reacción fue inmediata: “Pensé en mantener a los niños a salvo, eso es todo, no me importaba el resto. En pocos minutos estaban todos en la calle, sin zapatos ni sudaderas, “y además ese día llovía”.
A partir de ese camino comenzó el viaje de renacimiento de esta familia. No les quedaba nada. “Cuando los bomberos me dijeron que no se había salvado nada del incendio, me sentí un poco perdida”, dice Caterina. Pasaron las primeras noches en casa de un familiar, luego en la de las Hermanas Claretianas, en su propio barrio, hasta que encontraron un piso de alquiler. El SOS se lanzó en la web, a través de las redes sociales y de Whatsapp. En poco tiempo se vieron desbordados por la generosidad de tantas personas, incluso totales desconocidos, que se tomaron su historia a pecho. Llegaron paquetes con ropa, así como una importante ayuda económica: “Apenas tuvimos que comprar nada”.
“El hogar se ha ido, pero nos ha llegado mucho más, soy un artesano”, dice Gianluca. Llevo cinco meses sin trabajar, pero tengo más tiempo para estar con mis hijos. Lo que puedo hacer como padre es educarlos, ellos harán lo que quieran, en algún momento tomarán su propio camino, espero que con un bagaje que hemos llenado con el ejemplo. Todo este asunto -concluye Gianluca- me ha hecho reflexionar mucho sobre mi papel de padre y al mismo tiempo de hijo de Dios, porque he sido cuidado y protegido por un gran Dios, un gran Padre.
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