Una devastación a la altura de la guerra. El violento terremoto del 12 de enero de 2010 marcó un antes y un después para Haití, uno de los países más pobres del mundo. Es una herida que aún lucha por cicatrizar. Mató a más de 300.000 personas, hirió a cientos de miles, desplazó a 1,3 millones y destruyó más de 900.000 edificios. La destrucción que siguió afectó a una situación socioeconómica ya comprometida, que vio a la población sin servicios y bienes esenciales: agua, electricidad, instalaciones sanitarias. Esto se considera todavía un escenario de gran emergencia, a la luz no sólo de otros terremotos ocurridos entre 2014 y el pasado agosto, sino también de la grave inestabilidad política que siguió al asesinato del presidente Jovenel Moïse hace siete meses.
Jóvenes afectados
El vacío institucional ha dejado el campo libre a las bandas armadas que siembran el terror con secuestros y tiroteos. “Los signos del terremoto que pareció arrasar con todo un país los llevan los más jóvenes”, dice Mariavittoria Rava, presidenta de la Fundación Francesca Rava, que trabaja en el país desde hace décadas. “Niños que en 2010 perdieron extremidades, brazos, piernas, y que hoy son niños que caminan con muletas. Individuos a los que les resulta más difícil sobrevivir en un país que ya pone a prueba a todos sus habitantes. Pero las heridas también aparecen a simple vista en las calles, donde todavía se ven escombros, edificios destruidos”.
Trabajo intensivo de socorro día y noche
La ayuda fue inmediata y amplia. Durante muchos días, la Fundación Francesca Rava”, añade la presidenta de la organización, “trabajó día y noche, junto con la Protección Civil, la Marina, el Cuerpo de Bomberos y los Carabinieri, llegados de Italia, cavando entre los escombros y llevando agua a la población presa. Nuestros médicos en primera línea operaban a los heridos muy graves que eran llevados al hospital Saint Damien, una estructura construida y apoyada por la Fundación, el único hospital pediátrico de Haití, que atiende a 80.000 niños al año”.
La dramática situación actual
El recuerdo de aquel terremoto se contrapone al escenario actual del país, que nunca ha sido tan dramático: “En muchos años, nunca habíamos visto nada igual”, explica Rava, “no sólo por el último terremoto que sacudió la isla en agosto, sino sobre todo por la inestabilidad política, el caos y el terror en las calles debido a la violencia desenfrenada de grupos que distribuyen armas y balas. Reina la anarquía. En un contexto en el que la población pasa hambre”.
La extraordinaria resiliencia de los haitianos
Pero en la oscuridad de tanta devastación, brilla la resiliencia de esta población: “Haití tiene una población maravillosa”, concluye Maria Vittoria Rava, “formada por muchos jóvenes con muchas ganas de hacer. Jóvenes que venían de la calle, que de delincuentes en potencia se han convertido en médicos, enfermeras, pequeños empresarios que producen paneles solares, pan, pasta, que cultivan árboles frutales. Es un país que por fin se merece la paz y el orden, incluso con una intervención desde el exterior que dé un apoyo concreto. Siempre estaremos ahí”.
Paola Simonetti – Ciudad del Vaticano